Jueves, 14 de mayo de 2020
¡Buenos días desde casa!

Os traigo de nuevo un cuento que habla sobre la Declaración de los Derechos de los Niños, que ya sabéis se estableció por la ONU en 1959. Hoy estará relacionado con el Principio 6, que viene a decir: El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material…

Este será el preludio de una de las familias de las que hablaremos mañana.
El cuento se basa en una idea y texto de J.L. García Sánchez y M.A. Pacheco.

El niño y el robot

Había una vez un sabio muy sabio que vivía con su nieto. El niño era huérfano de padre y de madre. Como su abuelo era tan listo construyó un robot… y cuando presintió que iba a morir, encargó al robot que cuidara del niño como si fuera su madre y su padre. 
Cuando el sabio murió, el robot, que era estupendo, cuidó del niño con mucho cariño. Le preparaba todos los días unas comidas sanas, ricas y abundantes. Le enseñó a leer cuentos, a escribir cartas y a coleccionar cromos. Se ocupaba de enseñarle todo lo que un niño de su edad debía saber: sumar, hacer cometas, observar la vida de los pájaros… y jugaba con él siempre que tenía tiempo libre. 
El niño se ocupaba de recargar las baterías del robot y de engrasarle las bisagras siempre que hacía falta. Se podía afirmar que eran una familia feliz. 
Hasta que un día aparecieron unas señoras… Que dijeron después de observarlos:
- “¡Qué horror!”. 
Y seguidamente se fueron a buscar al juez para denunciarlo.
- “¡Hay un niño en nuestra ciudad viviendo con un monstruo!” -dijeron-.
El juez mandó inmediatamente a la policía a buscar al niño. Y se lo llevaron a un colegio donde vivían otros niños que no tenían familia. 
En aquel colegio nunca le dejaban hablar con el robot cuando este le visitaba. 
La verdad es que aquel colegio era bastante bueno; los profesores y sus clases eran estupendos. Pero los niños no eran felices, pues todos querían tener una familia. La directora les explicó en una ocasión que no podrían irse de aquel colegio hasta que una familia los adoptase. 
Así es que una noche todos los niños se fueron al patio. El robot los estaba esperando y entre todos prepararon un plan…
A la mañana siguiente, se presentó en el colegio un señor un poco especial. Su nariz parecía postiza y cuando se movía hacía un ruido metálico. Aquel señor le dijo a la directora que quería adoptar a algunos de los niños. Era tanto lo que le gustaban los niños que decidió llevárselos a todos.
A partir de aquel día, todos los niños y aquel extraño señor que hacía de madre y de padre, fueron muy felices viviendo en una ¡gran familia!

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