Jueves, 7 de mayo de 2020
¡Buenos días desde casa!

Hoy os traigo un cuento que habla sobre la Declaración de los Derechos de los Niños, en concreto, del principio 4, que viene a decir: El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en una buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda y recreo y servicios médicos adecuados.
El cuento se basa en una idea y texto de J.L. García Sánchez y M.A. Pacheco.

El niño llorón


Había una vez un bosque muy hermoso en el que vivían animales de muchas clases. Era un bosque lleno de paz y tranquilidad hasta que un día apareció una pareja con un niño pequeño. Se instalaron allí en su tienda de campaña…
No tenían pinta de cazadores, así que los animales no se preocuparon por ellos. Pero, al llegar la noche, el niño empezó a llorar… ¡BUAAAHHH! ¡BUAAAHHH! Era un llanto terrible…
Sus padres no le oían. Estaban profundamente dormidos. Y aquel niño lloraba cada vez con más fuerza… ¡BUAAAHHH! ¡BUAAAHHH!
El bosque entero se despertó.
Pasaron las horas y los animales no conseguían dormir. El jefe de la manada de lobos, furioso, ordenó:
- “¡Qué alguien se coma a ese niño!”.
Pero la jefa de la manada dijo:
- “¡No seas bruto! Es sólo un cachorro y seguramente llora porque está hambriento y sus padres no lo oyen. Hay que darle de comer”.
Lo trajeron a la manada y le ofrecieron un conejo recién cazado, pero no se lo comió. Tampoco parecieron gustarle ni los piñones, ni los gusanos, ni las setas, ni la hierba…
Y, como el niño no dejaba de lloran y gritar, los lobos, desesperados, huyeron.
El niño siguió llorando y llorando… ¡BUAAAHHH!¡ ¡BUAAAHHH!
Al poco rato pasó por allí una cierva, la cual le dio su tetilla para que mamara. Y así, cuando se hubo alimentado hasta hartarse, el niño se quedó dormido. En cuanto se hizo el silencio, los animales respiraron aliviados. Al fin iban a poder dormir. Pero, de repente… ¡BUAAAHHH! ¡BUAAAHHH! Se volvió a oír el terrible llanto del niño.
- “Ese niño llora de frío” -dijo mamá osa a papá oso. 
- “Sal a buscarle”. 
Papá oso recogió al niño con cuidado y lo trajo a la cueva. Y en el bosque reinó nuevamente la tranquilidad. El niño dejó de llorar. No quería dormirse, pero estaba caliente en la cueva de los osos y parecía contento.
En seguida se durmieron todos los animales. Bueno, todos menos el búho, claro… hasta que, de pronto, el niño rompió a llorar otra vez con todas sus fuerzas. Papá, desesperado, fue a pedir consejo al sabio búho.
- “Estará aburrido”, -dijo el búho-. “Los niños necesitan jugar para estar contentos. Habrá que buscarle unos compañeros de juego”. 
El niño dejó de llorar en cuanto todos aquellos animales vinieron a jugar con él. Lo malo es que los animales tienen garras y dientes. Una ardilla nerviosa le arañó sin querer y el niño volvió a llorar. ¡BUAAAHHH! ¡BUAAAHHH!
Los pobres animales ya no sabían qué hacer… menos mal que acudió el ciervo que sabía curar heridas, y el niño volvió a calmarse. Pero los animales estaban rendidos de sueño…
- “Cuidar a un niño es una tarea muy delicada”, -dijo el búho-. “Más vale que se lo devolvamos a sus padres. Al fin y al cabo son ellos los que deben ocuparse de él”.
Y lo devolvieron. 
Cuando se hizo de día y sus padres se despertaron comentaron:
- “¡Ay que ver lo bien que ha dormido esta noche!” -dijo la madre-. “Se ve que el campo le sienta maravillosamente…”.
Fue una suerte que los animales no pudieran oírlo… Estaban profundamente dormidos de puro cansancio. 

¿Os ha gustado? ¿Veis la relación con el principio 4 que he redactado anteriormente? 

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