Miércoles, 27 de mayo de 2020
¡Buenos días desde casa!

En ocasiones hemos hablado desde este mismo espacio de la amistad, de la familia, de la gente que nos rodea y a los que tenemos que cuidar.
Os dejo una fábula que nos permite ver la luz de la luna en noches oscuras...

El Lobo y la Luna


Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, existía un bosque al que la luna no quería iluminar y donde se escondía para que nadie la pudiese mirar. Allí las noches eran oscuras, pues ni siquiera las estrellas se querían asomar. 
En el bosque vivía una familia de lobos, todos blancos como la nieve; todos, menos el pequeño de la camada, Patas Negras, pues sus pequeñas pezuñas eran negras como el carbón. A Patas Negras le gustaba estar todo el día jugando y correteando; era un animal muy curioso y no le daba miedo la oscuridad.
Andaba investigando Patas Negras una noche cuando le pareció ver un pequeño destello de luz sobre el oscuro lago. Levantó la vista y descubrió algo en el cielo. Para verlo mejor, se subió a una colina y allí comenzó a aullar.
Con tanto ruido, la luna decidió asomarse para ver quién la intentaba llamar.
Patas Negras quedó fascinado por la belleza de la luna y con sus aullidos esta le regaló su eterna amistad, y así, noche tras noche, el lobo subía a la colina para aullar a la luna.
Las noches de luna llena, la luna le sonreía, para mostrar al joven lobo lo feliz que le hacía su compañía.
Todos pensaban que Patas Negras era muy raro; no entendían que se pasase toda la noche solo frente a la luna, aullando, pero al joven lobo no le importaba; la luna era su amiga y eso era lo único que a él le importaba.
Patas Negras enfermó y esa noche no pudo ir a su cita con la luna. Al no ver a su amigo el lobo, la luna se puso muy triste y se cubrió de nubes. Pasaron varias noches y ningún lobo entendía por qué la luna se escondía. La oscuridad volvió al bosque.
Cuando Patas Negras se recuperó, volvió a subir a la colina para aullar a su buena amiga la luna. Y esta, al ver que el pequeño lobo había vuelto, apartó a las nubes para poder ver a su amigo.
Entonces, los lobos se dieron cuenta que, gracias a Patas Negras, la luna sonreía de nuevo y, con sus reflejos, las noches ahora eran mucho más hermosas.
Un día, alguien le preguntó cómo consiguió que la luna le regalase su luz. Patas Negras contestó con sencillez:
“La encontré escondida y con mucho cariño la cuidé. La aullé para que supiera que era su amigo y así, sin más, nació nuestra amistad”
 
Dicen que, desde los tiempos de Patas Negras, siempre se escucha a un lobo aullando a la luna llena...

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