¡Buenos días!

Estamos a punto de echar el cierre a este curso 2021-2022
Os traigo el último cuento de este curso, un cuento para aprender a vivir.

El inventor de cuentos (Celia Rodríguez Ruiz)

Cuentan los habitantes de mi ciudad, que hace muchos años vivía en el barrio un inventor de pensamientos.
Este inventor de pensamientos tenía un trabajo muy importante porque inventaba pensamientos positivos para las personas. Si las personas tenían pensamientos positivos, se sentían bien y estaban contentas. Y cuando se sentían bien, hacían buenas acciones y la vida en el barrio era mucho más agradable.

El pequeño Teo había escuchado muchas veces esas historias en boca de los mayores. Teo prestaba mucha atención porque él siempre pensaba cosas malas acerca de todo lo que ocurría.
Cuando sacaba malas notas, pensaba que era imposible mejorar las calificaciones, que era culpa suya porque era tonto e inútil. Pensaba también que todos sus compañeros le observaban y se burlaban de él.
Si le reñían en casa, pensaba que todos eran malos y que no le querían lo suficiente. 
Si alguna vez escuchaba un ruido por la noche, pensaba que algo terrible iba a suceder.
Cuando perdía algún partido, creía que los demás no jugaban bien y que por lo tanto era culpa de ellos que no se esforzaban.

Así que, desde muy pequeño, empezó a construir muros que le separaban de los demás. El mundo para él era un lugar hostil en el que tenía que defenderse y protegerse sin cesar.
Estas formas de pensar le hacían sentirse muy mal. Cuando le reñían, se sentía muy enfadado y se portaba muy mal para molestar. Si escuchaba ruidos por la noche, sentía mucho miedo y no podía dormir. Creía que todo lo que le pasaba era culpa de los demás. Todo en su vida le parecía pesado y difícil...
No veía las cosas como eran en realidad, sino con las dimensiones que les daban sus pensamientos.

Cansado de vivir así, una mañana decidió salir de su visión del mundo en busca del inventor de pensamientos.
- Buenos días - le saludó el inventor. - ¿Te puedo ayudar en algo?
- Sí señor - respondió el niño. - He oído que usted es un inventor de pensamientos y me gustaría que inventase pensamientos buenos para mí.
Teo le contó toda su historia. Le explicó lo que pensaba en determinadas ocasiones, le comentó cómo se sentía y lo que hacía y por eso era muy urgente que el inventor de pensamientos inventara pensamientos positivos para él.

El inventor de pensamientos le dijo lo siguiente:
- La gente no entiende bien mi trabajo, yo no puedo inventar pensamientos para los demás. Yo solo puedo inventar mis propios pensamientos. Mi trabajo consiste en enseñar a los demás a inventarse sus pensamientos. Solo tú puedes inventar los tuyos.

Teo, que era un niño muy listo, enseguida comprendió lo que el inventor de pensamientos le había explicado. Y con ayuda de este poco a poco fue cambiando sus pensamientos.
Aprendió a pensar que nadie era culpable de nada y que cada uno es responsable de lo que hace con su vida. Dejó de pensar que los demás eran sus enemigos y que tenía que luchar contra ellos para poder existir.
Si perdía algún partido, dejó de pensar que los demás jugaban mal y empezó a pensar que tenían que animarse y aprender todos juntos a colaborar.
De esta forma, gracias a sus nuevos inventos de pensamientos, logró evadirse de la isla en la que vivía solo, triste y aburrido. Decidió, a partir de entonces, sortear los chaparrones buscando siempre el calorcito del sol. 

Así que empezó a ver las cosas desde una nueva perspectiva: tomó altura y distancia y lo que veía le gustó.
Empezó a acercarse a los demás porque ya no eran sus enemigos. Y las cosas cobraron un nuevo sentido. Ahora veía los obstáculos como nuevos y apasionantes retos. Se dio cuenta de que el universo estaba lleno de cosas y personas nuevas. Se sentía lleno de una nueva fuerza hasta entonces desconocida: estaba descubriendo sus enormes capacidades que habían estado siempre allí aunque él no podía verlas.

Empezó también a divertirse inventando soluciones nuevas a viejos problemas que antes le parecían irresolubles.
Descubrió que la vida era una fiesta en la que todos podían jugar y pasárselo bien.
Y así, pudo empezar por fin a vivir.

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